el tiempo exacto que dura esta nana.
La escucho detrás de los cristales
mientras el gris noche va borrando el campanario.
Se despereza el mirlo y comienza a cantar,
parece que ríe,
pero sé que está hablando conmigo.
Somos viejos amigos, dos aves nocturnas
que duermen cuando la ciudad despierta.
El gran árbol que tapa la luna,
-aquel que estaba tan desnudo hace poco-
ha vestido las aceras con flores.
¿Quieres magia?
solo tienes que abrir los ojos.
Y pasan los tres minutos y cincuenta y dos segundos
y la música se me torna triste cuando calla.
Le faltaron muchas cosas a la niña que fui.
A la que soy
quizás sólo le faltó una nana.
Compañía dulce de un mirlo, con una niña mágica... Un abrazo Arantza! me encanta!
ResponderEliminarSobre estas fechas viene el mirlo a pasar el invierno frente a mi casa, en los árboles del convento. El otro día lo vi y me acordé del poema.
ResponderEliminarGracias Titina. Un abrazo.
Ya quiero conocer a ese mirlo. Sigue escribiendo Arantza!
ResponderEliminarTe lo enseñaré, que anda por estos tejados del barrio. Gracias querida amiga.
ResponderEliminarUn beso.