Poemas que me dedicaron otros poetas I

            Gavrí Akhenazi


Arantza  4/10/2008

Un damasco se parte entre sus dedos
y ella
es un largo noviembre
casi un templo
de todos esos dioses
que el hombre cotidiano se ha olvidado.

Magnífica en lo simple
majestuosa en un fondo de frutas sin mordisco
es un coctel de especies y de gemas
un aire que se envuelve de palomas
la voz de una lechuza en la penumbra
el crepitar de un leño
una mujer que llora
cuando canta.

Dicen los sabios vascos que es un nombre de virgen
y en el tiempo
es un arpegio agudo
un hito entre los nombres que hacen al bien posible.

Esa es ella
la tierna, la distante, la sabia, la ignorante, la mayúscula
la de todos
la pródiga igual que una cocina
un canto
el último pájaro que vuelve
la sumatoria de todas las almendras

porque lo dulce
siempre es infinito.



                Morgana de Palacios



Agosto 2011

 Ella se despertó. Hubo un silencio
hecho de muchos hombres sordomudos,
un sarcófago lleno de elocuencia,
mil palabras perdidas.

Ella se despertó como un mal pálpito
sobre los pechos firmes de la amnesia
y apagó el pensamiento de un soplido
como se apaga el sol
de lejanía.

Ella estaba resuelta a no pensar
y que se hiciera, al fin, la oscuridad del solo,
la nada en el espejo ametrallado.

Otras ellas le hablaron de fluir
como fluyen las lágrimas en su líquida esencia

las lágrimas no piensan
tú tampoco

y se escribió a si misma.


8/4/2016

Hay quien nace con estrella
- dicen de siempre los viejos -
y quien estrellado lucha
porque no le den por muerto.

Un melocotón es dulce
cuando madura en el huerto
enmielándose en la rama
con el sol de los recuerdos,
besado por las abejas
y al abrigo de los vientos.
Mas puede ser fruta acerba
y de la lengua lamento,
si por buena es acosada
por la vida y sus insectos
que abusan de su dulzor
hasta que solo veneno
le queda bajo la piel
cuando llegan malos tiempos.

Si no fuera porque eres
un melocotón guerrero,
ya te habrías amargado
y cercenado algún cuello,
pero aquí estás, peleando
y llena de amor del bueno,
del que florece en la pena
y se crece en el esfuerzo.

Aquí estás, fruta valiente,
Arantza todoterreno,
por algo te puse el nombre
mi vasca hermosa. Te quiero.




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